Maison Forestiere

El proyecto se materializa en una serie de volúmenes de plantas trapezoidales que a modo de una línea quebrada esquivan los árboles, relacionándose entre sí en diferentes formas de asociación: Unidos, conectados e incluso desmembrados.

Con las premisas de adaptarse a la orografía del terreno y del respeto máximo por las encinas existentes, el volumen arquitectónico se adosa a la línea de retranqueo con el vial, situándose en la parte más alta de la parcela y adaptándose a las curvas de nivel que cosen ambas vertientes del barranco en dicha zona, donde la pendiente es más tendida, mientras esquiva las encinas centenarias retorciéndose entre ellas.

Tanto es así, que la geometría derivada de las tangentes a las copas de dichas encinas, la geometrización de las curvas de nivel junto con otras líneas principales como las de máxima pendiente, los retranqueos y los límites generan ‘la cuadrícula’ en la que se materializa el proyecto.

Dentro del marco de dichas normas geométricas, derivadas del lugar, se interpreta la necesidad de dar la espalda a la calle, buscando privacidad, lo que se materializa en una fachada muy masiva, que se rasga ligeramente, abriéndose sólo en sus quiebros entre las encinas, como si fuera una coraza que se repliega en sus extremos, dando paso a una fachada muy permeable volcada al interior de la parcela, que encara al valle, donde la densidad de la vegetación se adentra en el volumen interior a través de los paños acristalados que dibujan un límite difuso entre naturaleza y arquitectura.

Siguiendo el discurso conceptual, detallado en el punto anterior, el proyecto se materializa en una serie de volúmenes de plantas trapezoidales que a modo de una línea quebrada esquivan los árboles, relacionándose entre sí en diferentes formas de asociación: Unidos, conectados e incluso desmembrados.

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